viernes, 11 de julio de 2008

“Siempre haz lo correcto”

Esta es la frase de una madre que formó en su hijo una identidad incondicional. Una frase que le debe haber venido a su mente infinidad de veces en medio de la soledad, de la desesperación y del cautiverio.

La madre del cabo William Perez tal vez nunca imaginó la fama mundial que alcanzaría su hijo al ser liberado de sus muchos años de cautiverio en la selva colombiana junto a la candidata presidencial Ingrid Betancourt entre otros. Sin embargo los valores, los principios y su credo hicieron de este joven el portador de esperanza y de vida para sus compañeros secuestrados.

“Una cucharadita por Melanie. Una cucharadita por Lorenzo. Una cucharadita por su mamá…”, de esta manera, con ternura y paciencia, el cabo primero William Humberto Pérez Medina inició el tratamiento que hace un año logró sacar del borde de la muerte a Íngrid Betancourt. “Era como alimentar a una niña. Tocaba casi obligarla” dice Pérez al narrar a SEMANA que la candidata presidencial renunció a vivir y duró más de dos semanas sin probar alimento, sumida en una profunda depresión. “En ocasiones sólo le daba un mordisco a una galleta, y el resto lo guardaba, pero no seguía comiendo… Es increíble, pero todo el mundo se escandalizó con la foto de ella, y ahí ya estaba mucho mejor. Cómo hubiera sido si la hubieran visto antes”.Íngrid reconoció los cuidados de William. “Estoy viva gracias a él”, dijo en sus primeras intervenciones al llegar a Bogotá. Él recibe esas palabras con genuina modestia: “Fue un apoyo mutuo. Este militar oriundo de Riohacha, Guajira, ha estado secuestrado la tercera parte de la vida. Hoy, con 33 años, cuenta que era enfermero en la Brigada Móvil No. 3 en El Billar, Caquetá, cuando su unidad fue atacada por la guerrilla el 3 de marzo de 1998. Al otro lado del país, su madre, Carmen, esperaba impaciente a su hijo en una finca en la que asistía a un retiro espiritual. No tenía radio ni televisión y presentía que algo había pasado, por lo que, como no llegaba, casi no durmió en una semana. Al regresar a Riohacha un hermano suyo le dio la noticia y entonces comenzó su dura experiencia. Tuvo que entregar muestras para que se hicieran pruebas de ADN, pues no se sabía si su hijo estaba entre los cuerpos encontrados. Varias semanas después se confirmó que había sido secuestrado.La vida de William Pérez ha estado marcada por su entrega por los demás. “Siempre haz lo correcto” solía decirle su madre. Sus consejos y las enseñanzas recibidas en la Iglesia Cristiana Pentecostal Unida inspiraron la vocación de servicio que lo caracteriza.En la selva organizó un grupo de oración y lectura de la Biblia. “Tu santa presencia deseamos tener, el tiempo vuela y nosotros dormimos, por eso te pedimos tu santo poder”, dice uno de los cánticos que le daban más confianza.Entre oraciones y medicamentos el cabo Pérez se sobrepuso de forma admirable a la tragedia, incluso sin perder el humor. Recuerda que en una ocasión les contó a sus captores que, para mayor ironía, hizo su primaria en el colegio Che Guevara y ellos se echaban a reír. “Esa gente no tiene nada, no tiene ideología. Tienen la cabeza vacía”, dice. Hizo decenas de poemas y dibujos que enviaba a sus seis hermanos y a sus 11 medio hermanos. “Es tanto lo que se hizo querer, que hoy todos celebramos como una gran familia”, cuenta su hermana mayor Ruth. Incluso en sus cartas pidió que destinaran parte de su sueldo a la educación de los
menores.Pocas veces se le vio quebrantado, salvo a finales del año pasado, cuando dejó de recibir mensajes de su familia por la radio. “Sólo vuestro olvido podrá mantener bajo llave mi alma alegre guajira”, escribió con dolor en una de las últimas pruebas de supervivencia que envió. Sus conocimientos fueron decisivos en la selva. Cuando la guerrilla le negaba la medicina a alguno de sus compañeros porque les caía mal, se las ingeniaba para dársela. “Pedía droga para uno que estaba sano, para podérsela dar al enfermo”, cuenta.Dice con firmeza que no va a descansar hasta que estén libres todos los secuestrados. Sin duda lo logrará, tal vez no desde el campo de batalla, pero sí con el ejemplo moral que ha traído a la tropa, o con la fe que ha despertado en el país.

Todo cautiverio origina diferentes tipos de reacciones, pero las mas recurrentes son: abandono de fuerzas ante la ausencia de esperanza o fe en la liberación, y motivación constante, impulsada por una fuerza interior, como un sistema de defensa ante la adversidad de alrededor.

Está claro que no necesitamos un cautiverio como el protagonista de esta nota, para que queden expuestas nuestras actitudes.
Las diferentes circunstancias de la vida nos acorralan y nos hacen prisioneros de situaciones.

Un recuerdo doloroso del pasado puede encerrarnos en un cautiverio virtual.
La selva de la falta de perdón puede mantenernos como prisioneros sin que ninguna persona del exterior pueda oír nuestro silencioso pedido de auxilio.
Una enfermedad puede llegar a aislarnos de nuestros mejores momentos.

Diariamente nos cruzamos con miles de personas. Muchos libres.Muchos cautivos.No se en cual de estos grupos te encontrás. Pero si sé, que esta historia refleja el poder de la esperanza ante la adversidad. El poder de la liberación sobre la cautividad.

Que la vida y ejemplo de este soldado sea un disparador de fuerza interior para que te levantes en medio de tus problemas.
No te rindas!!! Aviva la llama de la esperanza, sin importar lo que vean tus ojos.

No olvides que hay Alguien que "llevó cautiva la cautividad" para que esta no tenga dominio en tu vida. El puede liberarte. El estuvo con William Perez. Y puede estar con vos.

Jesús es su nombre. Amigo es su adjetivo. Libertador es su oficio.

Hasta la próxima.
El cielo gobierna

1 comentario:

Julio Del Toro dijo...

Hace tanta falta gente que haga lo correcto, que vivan con integridad, bendito Dios por este post, sigan así...

Bendiciones